ME PROVOCAS Y LUEGO VIENE LA BESTIA

Ken Josephson

Dices: vamos a matar el tiempo haciéndolo,

y tu madre sonríe
creyendo interpretar la frase
mientras calceta el jersey
de un nieto que no existe,
y tú me tocas por debajo de la mesa
y giñes un ojo
y sueltas un “bonito” silencioso
porque sabes que después de eso viene la bestia
porque sabes que a cualquier hora me atrevo con todo
y tu padre duerme sobre las sobras de la cena
mientras el gato nos observa con ojos de gato
tras la ventana.

CÁNCER



A mi padre le han diagnosticado un cáncer. Él iba muy bien planchado para la cita y yo ya hacía un par de meses que intuía algo. El médico era un tipo gordo y poco sensible o, tal vez, demasiado acostumbrado a dar malas noticias. Mi padre no dijo mucho. Se sentó en la silla como quien se sienta a esperar un autobús que llega tarde. Cuando soltaron la palabra fatídica ni se inmutó. Si le anuncian allí mismo que es el ganador de un gran premio de lotería el gesto sería el mismo. Silencio escalofriante. Aire que sube y baja por las fosas nasales. 
No dije nada. No había nada que decir.

Daniel Kramer

El urólogo soltó algo así como un tumorcito en la próstata. A mi me resultó un tanto paradójico porque parecía hablar de algo bueno y entrañable. No lo es. Al salir de la consulta mi madre aguardaba en la sala de espera. Junto a ella, futuros cadáveres. La sala de espera de un hospital es un cementerio de hombres vivos que tienen muchas papeletas para palmarla.
Mi madre le preguntó que qué le habían dicho. Él contestó que tenía el mal dentro y que era lo que había. Hay que aceptarlo, no como un obstáculo en el camino sino como un camino más, como otro camino cualquiera que conduce a un lugar cualquiera. Cualquiera.
Al bajar, en la radio del coche, ponían un monográfico de Bob Dylan. Al parecer, mientras estábamos en el hospital, le habían dado el Nobel de literatura. Ambos hechos no guardaban relación. Eso creo.
Mamá y papá hablaron sobre la fertilidad del huerto que, en este verano, ha parido de todo, incluso unos tomates grandes y deformes. Yo quise llorar pero me contuve para fingir que, igual que papá, soy un hombre con una sola marcha. Un hombre que se guarda todo en el bolsillo. Un padre desconocido para su hijo. Supongo que yo también soy un desconocido para él. El locutor alababa a Bob Dylan. Decía que había echo esto y esto otro. No hice caso y  miré a mi padre a través del retrovisor para recordar su rostro.